Llevábamos dando vueltas en el carro por más de una hora. Loco viajaba en el frente conmigo, Matos en el asiento trasero.
No había nada que hacer, las morrillas de la fiesta andaban muy pasadas, se juntaron en bolita en un rincón y de ahí nadie las sacó, no había nada más que esperar.
Loco no se había metido nada desde la última vez, que por cierto estuvo cabrona, Matos no quiso ni asomarse a ver que había no quiso nada, tranquilo miraba por la ventana. De la nada nos dijo: - Vamos a la Cañada. Loco sin pensar respondió: - ¿Para qué?.
Yo me preguntaba, ¿para qué querrá ir a la Cañada?, ahí no hay más que una que otra casilla de ricos y muchos terrenos baldíos.
Matos insistió – Vamos. Fue determinante, ni Loco ni yo nos atrevimos a decir nada tomé la Avenida que lleva a la Cañada, por el retrovisor miré la cara de Matos … no tenía gesto. Sentí que todo lo tenía planeado, que el salir de la fiesta, el tiempo dando vueltas sin rumbo y la repentina idea de la Cañada, eran parte de un todo … de un plan que solo Matos comprendía.
Llegamos sin contratiempos después de un largo silencio pregunté: - ¿Adónde me paró? dejó pasar unos minutos para contestar. Pasamos por un lote baldío no había luz.
Matos ordenó desde el asiento trasero: - Aquí párate. Vamos a caminar. - ¿Qué? estás bien pendejo, está bien obscuro, ve tú si quieres. Reclamé. – Vamos, dijo Loco, podía sentir arrogancia en su tono, rivalidad en el aire. Matos inmediatamente se bajó, Loco no espero razones y ya estaba afuera del carro. Ahí me dejaron, estaba claro que la cosa era entre ellos. Por la familiaridad con la que se conducían por el barrio, supe que yo era el único que no sabía donde estábamos. Matos y Loco lo tenían claro.
Todavía no comprendo ¿por qué? fui con ellos, empecé a sentir miedo, miedo de la obscuridad pero más miedo de la rivalidad que saturaba el aire, caminábamos internándonos en el lote, con una sola lámpara que Matos sostenía, nadie decía nada.
Loco empezó a correr en la obscuridad, al parecer vio algo que yo no vi, por reflejo corrí yo también. Matos gritó: - Aquí te mueres pendejo, aquí te mueres. Se oyeron un par de disparos las pisadas de Loco cesaron yo me tiré al suelo y me tapé los oídos. Los disparos me habían ensordecido, pero recuerdo que grité y grité para saber donde estaba Loco.
Matos corría en mi dirección, podía sentir en la tierra el peso de sus pisadas, lo oí pasar a unos metros de mí sin que se percatara de mi presencia, iba detrás de Loco, gritaba con todo su pecho… después silencio… un grito de dolor, lo juro que no era coraje, era dolor… después silencio.
No me alcanzaba el aire para respirar, la mirada nublada con lo que creo que eran lágrimas.
La lámpara de Matos iluminaba desde el fondo de una zanja, me levanté como dormido viendo todo desde mi entumido cuerpo, sin temor baje por la lodosa pared de la zanja, me tuve que sentar para no resbalar tomé la lámpara y busqué a Matos quien todavía sostenía la pistola tenía la cabeza partida en dos, como una sandía que cae al suelo, un piedra sobresalía por entre las dos mitades todavía movía los ojos. Sentí asco de su miseria, no recuerdo bien pero creo que vomité.
Como gato subí por la pared de la zanja tratando de sostener la lámpara y huir de la muerte cuando pude salir me dediqué a buscar a Loco, le grité una y otra vez, pero lo único que me respondía era el silencio.
Supe que estaba cerca miré el zapato de Loco, yacía inmóvil boca abajo. Una gran mancha de sangre se dibujaba en su espalda.
Corrí y corrí…
Escuché un vidrio romperse el dolor del miedo se me había metido en las venas, alguien estaba en la casa, abrí bien los ojos, no tenía tiempo para pensar caminé despacio para tomar el bate de béisbol que guardo tras la puerta.
Sabía que tenía que alertar a Romelia, en el corredor se oía el eco de lo que pasaba abajo, el extraño caminaba y emitía sonidos que pretendían ser palabras, sentí el dolor en mi vientre, tal vez vendría acompañado, sabía que aunque me costara la vida defendería a Romelia, mi hija.
Puse un pie en el corredor, una ráfaga de aire frío entraba por la ventana rota y se me colaba por entre el camisón, pero lo único que podía sentir era miedo. Pude contar cuatro pasos de mi habitación al cuarto de Romelia, ella dormía tranquila.
Me acerqué a su cama con mi mano libre tapé su boca para evitar que gritara, ella asustada abrió los ojos no hubo necesidad de explicarle nada, parecía que en su mente había vivido este momento cientos de veces desde que su papá nos dejó.
Mansa y compuesta se puso de pie, cruzó sus brazos sobre su pecho en un gesto de defensa caminaba detrás de mí por instinto como un animalito asustado. Conforme nos acercábamos a las escaleras podíamos escuchar el eco, supimos que se trataba de una sola persona. Un hombre.
Creía en la íntima conexión entre una madre y sus hijos, pero no tenía idea de su poder, Romelia y yo nos hablábamos con telepatía, bajábamos las escaleras despacio esperando encontrar al extraño en la cocina, lo que nos dejaría el camino libre para salir por la puerta principal.
Despacio escalón por escalón, el extraño seguía en la cocina, caminábamos hacia la puerta el extraño dejó la cocina para encontrarnos caminó despacio hacia nosotros, su lenguaje no era amenazante, más bien parecía un chiquillo buscando refugio, su cara parecía como de cera, serio nos dijo: - Los dos están muertos. Se hizo el silencio.
– ¿Javi?, ¿qué haces aquí?, dijo Romelia - ¿lo conoces Romelia? – Vamos en la misma escuela. Mi miedo se convirtió en compasión – Muchacho ¿qué haces aquí?, ¿qué te pasó?, ¿quiénes están muertos? pregunté. Loco y Matos los dos están muertos.
Él después de la confesión cayó al suelo tapándose la cara con las manos... lloraba.
Romelia me miró con terror en su interior sabia que Matos estaba enamorado de ella.
Fabiola
Marzo, 2005
1 comment:
!how strong - que fuerte!
Muy buena.
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